El sabio huarochirano. A 70 años de la muerte del maestro, arqueólogo y político Julio C. Tello (1880-1947), hacemos un acercamiento al Padre de la Arqueología Peruana.
Publicado en Diario El Peruano el 11/6/2017. José Vadillo Vila jvadillo@editoraperu.com.peEmerge del Jardín Central y pasa aún intrigado hacia la sala de exposición para observar los textiles Paracas, que él descubrió hacia 1927. O el fardo funerario número 298. O los monolitos de Chavín, como el Obelisco Tello, que empezó a estudiar hacia 1919.
La creación del museo fue su obsesión, desde 1938. Si bien Tello se alegró cuando el 27 de agosto de 1943 salió el decreto que autorizaba la construcción del nuevo edificio, tuvo que esperar dos años para celebrar, cuando otro documento legal creaba oficialmente el Museo Nacional de Antropología y Arqueología.
Tello fue nombrado director del hoy denominado MNAAHP, pero en setiembre del año siguiente empezaba a tratarse de una enfermedad en Estados Unidos. Y fallecería en el hospital Loayza, de Lima, el 3 de junio de hace 70 años.
Sus escritos y libros, otro brazo de su febril fantasmagoría, fueron donados a la Universidad Nacional Mayor de San Marcos, su alma máter. (Debemos a uno de sus discípulos, Toribio Mejía Xesspe, la publicación póstuma de varios trabajos que Tello dejó avanzados).
2. Se llamaba Julio César Tello Rojas y su cuna, en una familia de pocos recursos económicos, en la provincia de Huarochirí, en las serranías de Lima, no fue impedimento para convertirse en una de las mentes más luminosas del país.
Cuenta su biografía que gracias a su precoz inteligencia le pusieron el apelativo de ‘sharuko’, que significa ‘triunfador’.
Eran años en que llegar a la educación secundaria era un privilegio y los estudios universitarios, casi un sueño imposible para la mayoría de peruanos.
Por este talento por los estudios, Tello arribó a la capital y culminó sus estudios en el Colegio Nuestra Señora de Guadalupe. En 1900 ingresó a San Marcos para estudiar Medicina.
Nueve años después, egresó con una tesis para recibirse de médico cirujano, cuyo título ya denotaba su interés por las culturas precolombinas asentadas en esta parte de la América Morena. El trabajo monográfico se intituló ‘La antigüedad de la sífilis en el Perú’, que sale con nota sobresaliente.
3. Hay vasos comunicantes entre los grandes personajes. Fue gracias a Ricardo Palma, entonces director de la Biblioteca Nacional, que el joven Tello no solo recibe un trabajo que le permite solventar sus gastos, sino, sobre todo, conocer más de investigaciones en arqueología y antropología.
Luego, estudió en la universidad de Harvard, Estados Unidos, donde fue discípulo del antropólogo Aleš Hrdlicka. También estudió en la universidad de Berlín el seminario de arqueología. Es a partir de 1913, que regresa al Perú, que inicia la labor arqueológica que le daría genuina fama.
4. Como los grandes que pasaron por la vida política del país, la presencia de Tello como diputado por Huarochirí (1917-1929) permitió formular leyes a favor del patrimonio arqueológico y mejoras para la educación superior.
Mas la labor principal del sabio estuvo en el desarrollo de la arqueología en el Perú, la labor académica (con publicación de libros, desde 1921, y diversos artículos para revistas y diarios en el país y el extranjero), la investigación de campo, que lo llevó a realizar “expediciones arqueológicas” por todo el país, buscando conocer más de las características de las antiguas civiliaciones peruanas y le dio fama, y su responsabillidad al frente de los museos.
La principal tesis de Tello, a lo largo de su vida profesional, fue la del autoctonismo de la cultura peruana precolombina, que venía de un origen amazónico, con la que refutaba a su colega alemán Max Uhle, quien sostenía que nuestras culturas procedían de México y América Central. Tello ponía como ejemplo la cultura Chavín, que para él se trató de la civilización peruana más antigua del Perú.
5. El sabio ponderaba a acercarse al pasado con objetividad, a “desprenderse de toda referencia de carácter subjetivo [para así obrar] sin más norma que la verdad”.
En un artículo, Federico Kauffman Doig lamentaba que “sus advertencias [de Tello] fueron lamentablemente desoídas por prácticamente todos los arqueólogos de las generaciones que le sucedieron, debido a la politización desde 1960”.
Hacia el 2001, en un artículo, Kaufmann reconocía en Tello otra cualidad importante en su trabajo: no se limitaba al análisis de los testimonios arqueológicos. “Acudía a mitos antiguos como vigentes y a datos etnohistóricos. Esto lo aproximaba a las pasadas facetas histórico-culturales, que consideramos es la meta del estudio arqueológico, y que la arqueología contemporánea no tiene la posibilidad de captar.”